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Un golpe en Paraguay? ¿Y a quién le importa - Por Saul Landau


 “Los norteamericanos harían cualquier cosa por Latinoamérica, excepto leer acerca de ella”.  - James Reston
“Tú vas para Uruguay, un lugar del caray”, dijo Groucho Marx, pero ¿qué es y dónde está Paraguay?
“¿Y qué me importa, los Gigantes están en primer lugar, es temporada de cangrejos y voy a tener seguro de salud?”, dijo un hombre de San Francisco.
Traté de explicarle que los golpes son muy del siglo 20, incluso con el nuevo enfoque no militar.
Se encogió de hombros.
Le di una explicación. La semana pasada, el presidente de Paraguay, elegido democráticamente, fue citado a presentarse al Congreso para enfrentar una acusación que podría destituirlo. La citación no contenía ninguna evidencia que demostrara las acusaciones de “incompetencia”, porque, decía el documento, todo el mundo conocía los hechos. El presidente Fernando Lugo tendría al día siguiente dos horas para responder a las acusaciones.
La solicitud de la defensa de Lugo de 18 días para prepararse, como determina la ley, fue denegada y el Congreso de Paraguay destituyó al presidente Lugo y lo reemplazó con el vicepresidente Federico Franco, su vicepresidente del derechista Partido Liberal. La gente de Franco había estado conspirando para derrocar a Lugo desde que este tomó posesión. Franco también recibió el apoyo total del más derechista Partido Colorado, la agrupación del ex dictador general Alfredo Stroessner (1954-89).
La representante del Departamento de Estado Victoria Nuland dijo el lunes que Washington estaba “muy preocupado por la rapidez del proceso usado para esta destitución en Paraguay”. (Traducción: Washington no va a condenar como golpe de estado a esta eliminación presidencial de poca prioridad, a diferencia de los vecinos sudamericanos de Paraguay, los cuales retiraron a sus embajadores.)
Se había llevado a cabo otro golpe, como el de 2009 en Honduras, cuando los sabios prometieron que no habría más golpes en Latinoamérica.

España, Alemania, Canadá y el Vaticano reconocieron poco después al nuevo gobierno.  Todos expresaron de manera rutinaria su preocupación de que la “democracia” en Latinoamérica se evaporara en el neblinoso aire paraguayo.
El censo de 2008 mostró que el 2% de los terratenientes de Paraguay poseían el 80% de las tierras. Lugo había presionado a favor de una reforma agraria –el gran tema en toda Latinoamérica. ¿Quién es la próxima víctima de un golpe de estado? Los corredores de apuestas ya están ofreciendo probabilidades en el caso de Bolivia.
La mayor parte de Latinoamérica se sintió asqueada ante la noticia del golpe, el cual se realizó después de que ocurriera un conflicto policiaco contra manifestantes sin tierra. Diecisiete personas murieron. El Senado utilizó el incidente para declarar a Lugo “culpable de mal desempeño de sus funciones”, citando una cláusula en la Constitución que ellos aseguran que deja mucho a la interpretación del Congreso. Lugo no estuvo de acuerdo. Una foto de AP mostraba a tres mujeres paraguayas debajo de un cartel que decía: “Fuera el fascista Franco”.
Al secretario general de la OEA solo le faltó calificar de “golpe” los hechos en Paraguay.

En Honduras, los líderes del golpe orquestaron unas elecciones al término del período del gobierno de facto, en cuyo momento los principales actores mundiales estuvieron de acuerdo en que la democracia había sido restaurada y que hay que olvidar todo porque nada significativo ha sucedido. Así que hubo un golpe en como se llame ese lugar. ¿Y qué?

Las naciones latinoamericanas y caribeñas respondieron que un golpe es un golpe, no importa cómo se le disfrace o se le presente. A ellos les importa.
Washington había citado la presencia en la región de células de Al-Qaeda y Hizbollah –¿qué?–  como razón para sus recientes actividades militares allí, y esperaba obtener una posición desde donde pudiera atacar a los regímenes populares en Venezuela, Nicaragua, Ecuador y Bolivia, en vez de tratar de contrarrestar  a fantasmales grupos terroristas. Washington acostumbra a “preocuparse” por las amenazas a su hegemonía tradicional, como la recién formada Unión de Naciones Sudamericanas (UNASUR) –y su plan de defensa regional al cual EE.UU. no está invitado. Funcionarios del Departamento de Estado de EE.UU. continuaron con sus protestas de lo mucho que están comprometidos con los procedimientos democráticos. Seguro, pensé, como dijo Groucho: “En Estados Unidos cualquiera puede salir al aire y burlarse de los políticos, y cualquier político puede salir al aire y burlarse del pueblo”.

Lugo rechazó los planes militares de EE.UU. cuando supo que los norteamericanos habían lanzado un ataque contra un  campamento de las FARC, en la zona fronteriza de Ecuador, desde una base en Colombia.
Al lamentarse de la decisión de Lugo, la embajadora de EE.UU. en Paraguay, Liliana Ayalde, expresó la esperanza de que otros programas de cooperación –tanto militares como civiles– no fueran afectados. Tentativamente se preocupó por el programa de Paraguay para entrenamiento de oficiales y adquisición de armas. El viraje potencial del país hacia regímenes populares –o hacia Brasil y Argentina– en asuntos militares sin duda sería percibido por Washington como un fracaso de política exterior.
La gravitación de Lugo hacia los regímenes populares preocupó al personal de la embajada norteamericana. Para Washington, la perspectiva de una alianza estratégica entre el presidente paraguayo y la Alianza Bolivariana para los Pueblos de América Latina (ALBA) era atemorizante, teniendo en cuenta la advertencia de Henry Kissinger en la década de 1970 acerca de la importancia del continente para los planes norteamericanos de dominación global. Pero el ALBA ofrecía mejores condiciones.

Lugo también tuvo que enfrentarse a una verdadera guerra de clases como reacción a su declarado camino independiente. Una campaña derechista de propaganda contra él se esparció por los medios del continente. El estilo de vida del exsacerdote se presentaba como de libertinaje irresponsable, supuestamente tenía varios hijos fuera del matrimonio, y supuestamente toleraba la corrupción de sus allegados. La embajadora de EE.UU. advirtió que los “enemigos políticos” de Lugo podrían “buscar medios políticos como “la destitución para sacarlo de su cargo”, lo que el Departamento de Estado describió como “interrupción del proceso democrático”.

Sus enemigos decían que Lugo disfrutaba del nivel de vida de un  oligarca mientras se presentaba como campeón de la causa de los desvalidos. y que hacía llamados  a la lucha de clases desde un  jacuzzi. Algunos medios llegaron a decir que prácticamente todos los familiares de Lugo tenían vínculos con agencias norteamericanas. La campaña de difamación hizo que parte de la población de Paraguay retirara su apoyo al presidente. (Gracias a Eric Stadius, investigador asociado del Concejo de Asuntos Hemisféricos.)

El mundo fue testigo de un golpe parlamentario. La derecha derrocó a un reformador. En el norte de Paraguay, un movimiento de 60 personas supuestamente trató de reclamar tierras. Sesenta campesinos fueron heridos cuando se enfrentaron a la policía, seis de cuyos miembros fueron heridos. Este conflicto –“los hechos”– sirvió de pretexto para el golpe, el cual tiene éxito cuando los usurpadores establecen la legitimidad si el gobierno atacado no es capaz de hacerlos fracasar y permite su consolidación (estratégica, táctica, política), y luego recibe la rendición del gobierno depuesto o el consentimiento de la población y los militares.

El conflicto se convirtió en el pretexto para deshacerse de Lugo. ¿Estuvo implicado Washington? ¿A quién le importa? EE.UU. suministra ayuda militar y policiaca a Paraguay.  Me costó trabajo encontrar a gente en San Francisco que supiera dónde está Paraguay o les importara lo que sucedía allí. ¿Entonces para qué el Departamento de Estado va a decir algo pertinente?

El filme de Saul Landau Por favor, que el verdadero terrorista se ponga de pie se proyectará en el teatro Avalon de Washington DC el 14 de agosto

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